domingo, 30 de noviembre de 2008

"Estelario" o Corona de 12 estrellas

Esta devoción parece surgió al final del siglo XV y más tarde estuvo su uso entre las cofradías de los esclavos de la Virgen. En Bélgica esta devoción a menudo estaba unida a la de la Virgen Bruna.

Algunos escritores de la Orden lo atribuyen a la iniciativa de Pedro el ermitaño, habitante del Carmelo; otros lo atribuyeron a S. Cirilo o a S. Bertoldo. Lezana dice que el beato Soreth la recomendó en Bélgica; todo ello necesita pruebas. Se está seguro, en cambio, del celo del P. Jerónimo Gracián en propagarla en Bélgica a principios del siglo XVII.

También fue conocida en Italia y recitaron el estelario cada día los novios de la provincia de S. María de la Vita (Nápoles) y muchos padres de esta reforma. El estelario consiste en la recitación de 3 padrenuestros y 12 avemarías en honor de los 12 privilegios o las principales virtudes de la Virgen.

domingo, 23 de noviembre de 2008

La vida interior

Nuestra Señora del Monte Carmelo es la Patrona de la vida interior, la Virgen que nos aparta de la muchedumbre y nos lleva dulcemente hacia esas cumbres donde el aire es más puro, el cielo más claro, Dios está más próximo... y en las que transcurre la vida de intimidad con Dios.


Según San Gregorio el Magno, la vida contemplativa y la vida eterna no son dos cosas diferentes, sino una sola realidad; una es la aurora, la otra el mediodía. La vida contemplativa es el principio de la dicha eterna, su saboreo anticipado. Que la Reina del cielo nos conceda, pues, la gracia de comprender el estrecho vínculo que une esas dos vidas para vivir aquí abajo como si estuviéramos ya en el cielo.


Un alma interior es un alma que ha encontrado a Dios en el fondo de su corazón y que vive siempre con Él.



Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida interior es como una eclosión de Dios en el alma.

Mantengámonos en el centro de nuestra alma, en ese punto preciso desde el que podemos vigilar todos sus movimientos, para detenerlos o dirigirlos, según los casos. Vivamos o de Dios o para Dios, pero repitámonos que no se obra del todo para Dios sino cuando ya no se hace absolutamente nada para uno mismo. Se obra entonces porque Dios lo quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, por estar siempre unidos en el fondo con Aquel de quien uno no es más que un dichoso instrumento.

Dos cosas hacen falta para llegar a la perfección y a la íntima unión con Dios: tiempo y paz.

Lo que da valor a los actos reflexivos del hombre es la unión a Dios por la caridad. Cuanto más profunda es esa intimidad, más valor de eternidad tienen sus frutos.

Un alma cuya mirada interior, afectuosa y humilde, está siempre fija en Dios, obtiene de Él cuanto quiere.

Entre un alma recogida, desligada de todo, y Dios, no hay nada. La unión se realiza por sí misma. Es inmediata.

El tiempo pasa; siempre se ama a Dios demasiado poco y muy tarde.

¡ Qué delicado eres en tus afectos, Dios mío! Tienes en cuenta lo que de legítimamente personal hay en nosotros, y tratas al alma que amas como si en el mundo no hubiera otra cosa que ella y Tú.

Creer es comulgar en la ciencia de Dios: Él ve; nosotros creemos en su palabra de testigo.

En la fe, Dios habla; por la esperanza, Dios ayuda; en la caridad, Dios se da, Dios colma.

Elevaos hacia Dios constantemente. Dejad en tierra a la tierra. Vivid poco con los demás ." menos todavía con vosotros mismos, pero lo más posible, si no en Dios, por lo menos cerca de Él.

Cuando en el fondo de vuestra alma oigáis, dos voces contradictorias, conviene que escuchéis generalmente a la que habla más bajo. En todo caso, ésa es la que pide más sacrificios. ¡Y tiene tanto valor el sufrimiento bien entendido! Desliga y aproxima a Dios.



martes, 18 de noviembre de 2008

La Virgen del Carmen, Estrella del Mar

El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo. Durante las Cruzadas, los ermitaños cristianos se recogieron en las grutas de aquel monte emblemático, hasta que en el siglo XIII, formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla en 1209, confirmada por el Papa Honorio III en 1226. El Monte Carmelo está situado en la llanura de Galilea, cerca de Nazaret, donde vivía María «conservándolo todo en su corazón». Por eso la Orden del Carmelo desde sus orígenes, se ha puesto bajo el patrocinio de. la Madre de los contemplativos. Es natural que en el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, convirtieran el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios. Hoy pide la liturgia al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».

Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: "Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano" (1Re 18,44), como un símbolo de la Sma Virgen. Como los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo. Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo. Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).


La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo, y el pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo".
En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
Año 1246. Inglaterra.


Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad.


En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa:


"Este debe ser un signo y privilegio para ti
y para todos los Carmelitas:
quien muera con el escapulario
no sufrirá el fuego eterno"


La Estrella del Mar nos conduce mar adentro en el seguimiento de Cristo.
Ella nos protege y ampara bajo su manto en medio de las tormentas.
Ella nos alcanza el escapulario, para que nos podamos asir de él cuando las olas de las dificultades de nuestra vida se vuelven tempestuosas.
María se adentró en el inmenso mar del misterio de la fe el día que con su SÍ al anuncio del ángel colaboró en abrirnos la estela del camino de la salvación.




domingo, 16 de noviembre de 2008

Consagración a Nuestra Señora del Carmen


Virgen del Carmen, llévanos sobre nuestro pecho tu santo Escapulario, signo de nuestra consagración a tu Corazón inmaculado. Madre querida, somos tus hijos: unos hijos de tu entera pertenencia.

Nuestra consagración. Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solicita imitación de tus virtudes.

Queremos vivir, conforme al ideal carmelitano, en ti, por ti, contigo y para ti. Gracias a tu Escapulario, Virgen bendita, somos miembros de tu cuerpo místico del Carmelo y participamos de la consagración comunitaria de la Orden a ti, que eres su Cabeza.

Nuestra consagración se une, pues, a la de toda la familia carmelitana y acredita así su valor y eficiencia.

Santa María, Abogada y Mediadora de los hombres, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo, nuestras familias y nuestra patria.

Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los presos, los desterrados, los enfermos, los hambrientos...

Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos del todo tuyos ahora en el tiempo. Que los sigamos siendo también un día en la Eternidad.
Amén.



sábado, 15 de noviembre de 2008

La que más altares tiene


Nuestra Señora del Carmen: La que más altares tiene

Unos años antes de morir, Mons. Oscar Arnulfo Romero presidió la fiesta del Carmen en una parroquia salvadoreña. Al día siguiente, declaraba: “¡Qué fiesta tan hermosa! Todos rodeando la imagen de la Virgen en la procesión, rezando y cantando. Era gente sencilla, muy alejada de esas preocupaciones políticas y revolucionarias que a tantos preocupan. Yo me decía: ¡Éste es el verdadero Pueblo de Dios!”

Y el Pueblo de Dios canta: “Es la Virgen del Carmelo/ la que más altares tiene;/ su sagrado escapulario/ no hay pecho que no lo lleve”.

Es cierto lo que canta la canción. Es la advocación del Carmen una de las devociones más populares de la Virgen. En cada capilla, en cada hogar católico hay alguna imagen o estampa de la Virgen del Carmen.

“Nuestra Señora del Carmen”, por Moretto da Brescia (c. 1498-1544).
La advocación del Carmen viene del Monte Carmelo. El Carmelo ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1Reyes 18,39). San Juan de la Cruz convertirá el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios.

En 1Reyes 41-47 se nos habla del fin de la sequía. El cielo estaba cerrado hacía más de tres años: no llovía ni una gota. Fue entonces cuando Elías mandó a su criado para que se asomara a ver si veía signos de lluvia. Fue a la séptima vez que el criado dijo: “ Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar”. Y la lluvia fue abundante. En esta historia bíblica el pueblo cristiano ve a la Virgen. Los Carmelitas han difundido esta devoción de la Virgen del Carmen.

Los monjes que habitaban el Monte Carmelo se lanzaron por Europa a principios del siglo XIII. En medio de las persecuciones de que fueron objeto, San Simón Stock pidió la protección de María. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden, con la siguiente promesa: “Éste debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno”.

Desde entonces, el escapulario del Carmen, sustituido también con la medalla supletoria, se lleva en millones de pechos cristianos.

Ese escapulario bendito es signo de protección de la Virgen María para todos los que lo llevan y lo besan con amor.

Es signo de nuestra entrega al amor de la Virgen, a la que nos confiamos con amor de hijos.

Es signo de nuestra consagración al Corazón de nuestra Madre celestial. Es signo de la vida cristiana que queremos llevar para ser dignos hijos de la Virgen.

En 1950 el Papa Pío XII escribió “que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, de lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos”. Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a la Virgen y debe comportarse como ella, fiel discípulo de Jesús, a la escucha de la Palabra, atenta a Dios y a las necesidades humanas. El buen hijo de María, perseverará en el camino de Jesús hasta el final.

Quien lleva el escapulario ha de comportarse como hijo de María. El escapulario no es un amuleto, algo mágico. Kilian Lynch, antiguo General de la Orden, dice: “No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos… Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia”.

El primer escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote con esas palabras: “Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que, por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna”. En 1910, a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto, el Papa Pío X declaró que una persona que ha recibido el escapulario de tela puede llevar la medalla-escapulario en su lugar, si tiene razones legítimas para sustituirlo.

El escapulario es un signo de amor que ha de ser llevado con dignidad, como un fiel discípulo de Jesús e hijo de María, con el espíritu de esta famosa oración de san Bernardo: “Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia, y reclamando tu socorro, haya sido abandonado por ti. Animado con esa confianza, a ti acudo, Madre, la más excelsa de las vírgenes; a ti vengo, a ti me acerco, yo, pecador contrito. Madre del Verbo, no desprecies mis palabras, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Así sea”.

P. Eusebio Gomez OCD

jueves, 13 de noviembre de 2008

Oración a la Beatísima Virgen del Monte Carmelo


¡Oh piadosísima Virgen! Vos, que nueve siglos antes de existir fuisteis vista en profecía por el siervo de Dios nuestro Padre San Elías, y venerada por sus hijos allá en el Carmelo...
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Vos, que en carne mortal os dignasteis visitarles y les dispensasteis celestiales consuelos... Vos, que vigiláis siempre por la virtuosa familia que tuvo por Superior a vuestro estimado hijo San Simón Stock, por Padres y reformadores a la Seráfica Virgen y mística Doctora Santa Teresa de Jesús y al esclarecido y extático San Juan de la Cruz, así como por una de sus dignísimas hijas a la ejemplar Esposa de Jesucristo Santa María Magdalena de Pazzis, vuestra devotísima sierva...
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Vos, que engalanasteis a dicha Orden con la estimable prenda del Santo Escapulario.., y, en fin, Vos, que de tantas maneras habéis demostrado vuestro cariñoso amor a los carmelitas y sus allegados, recibid benévola mi corazón ardiente de fervoroso entusiasmo hacia la más pura de las criaturas y la más candorosa de las madres.
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No permitáis, Señora, que el león rugiente asuste mi espíritu en el camino de la perfección, y haced que logre arribar a salvamento en la gloria, como lo habéis alcanzado de vuestro Divino Jesús para los que, invocándoos con fe e imitando vuestras virtudes, murieron píamente con vuestra enseña.
*
Amén.

martes, 11 de noviembre de 2008

Gozos



GOZOS


Prodigioso y admirable Imán de nuestro desvelo; Nubecilla del Carmelo, Sednos protectora y Madre.


Salve, Reina de los, cielos, De misericordia Madre,Vida y dulzura divina; Esperanza nuestra, Salve; Nubecilla etc.


Dios te Salve, Templo hermoso Del divino Verbo en carne, Sálvete Dios, Madre Virgen, Pues eres Virgen y Madre; Nubecilla etc.


Volvednos, Madre piadosa, Vuestros ojos admirables, Y mirad por vuestros hijos, Pues que sois piadosa Madre; Nubecilla etc.


Socorrednos, pues escucha Que en las penas y combates A ti suspiramos todos En este lloroso valle; Nubecilla etc.


Mostradnos a vuestro Hijo De Josafat en el Valle, Piadoso, pues que nació De ese cristal admirable; Nubecilla etc.


Rogad por vuestros devotos A la bondad inefable; Pues murió para salvarnos, Por su clemencia nos salve; Nubecilla del Carmelo, Sednos protectora y Madre.


V. Ruega por nos, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo

viernes, 7 de noviembre de 2008

Salutaciones a la Madre del Carmen


Salutaciones

1ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario. Dios te salve, María, etc.

2ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois salud de mi alma. Dios te salve, María, etc.

3ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los tronos, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me protegéis contra todos los peligros. Dios te salve, María, etc.

4ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis una y mil veces; las dominaciones, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me defendéis de las tentaciones del enemigo. Dios te salve, Maria, etc.

5ª. Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis; los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma. Dios te salve, María, etc.

6ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los arcángeles, los justos y los santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro. Dios te salve, María, etc.

7ª. Madre mía, madre de mi corazón y Reina de mi amor, os doy mi alma, mi vida, mi corazón, y quiero que os alaben las Virtudes y todas las criaturas, porque con vuestro Escapulario me habéis infundido la esperanza de que os veré en el cielo... No me dejéis, Madre mía. Dios te salve, María, etc.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

A la Virgen del Carmen


Quiero ser eremita del Carmelo,
contemplar en la nube tu presencia,
sentir el aleteo de la Esencia,
navegar con tu Estrella por el cielo,
llevar el manto, prueba de tu celo
en ofrecer al mundo tu asistencia,
el signo de mi entrega y dependencia,
tu obsequio generoso, tu consuelo.
Será tu escapulario la armadura
que me libere de mortales sellos
y me salve de error en noche oscura.
Espero que mi humana singladura,
guiada por la luz de tus destellos,
arribe al puerto azul de la ventura.
Autora: Emma-Margarita R. A.-Valdés

domingo, 2 de noviembre de 2008

La Estrella del Mar y los Carmelitas


Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.


sábado, 1 de noviembre de 2008

Vengan a mi cuantos me aman...

Vengan a mi cuantos me aman...

Ea, mi Señora, te lo suplico: dígnate ahora, aunque sea por un momento, hablarme, Santa María.

Abre tus labios en nombre de tu Hijo, que te bendijo con abundancia de gracias espirituales.

María. Yo soy la Madre de misericordia, llena de caridad y dulzura.

Yo soy la escalera de los pecadores, esperanza y venia de los reos.

Yo soy el consuelo de los acongojados, especial alegría de los santos.

Vengan a mí cuantos me aman, saciensé de la abundancia de mis consolaciones, porque soy piadosa y misericordiosa para con todos los que me invocan.

Vengan todos los justos y pecadores; porustedes rogaré al Padre; rogaré también al Hijo para alcanzarles de nuevo misericordia por mediación del Espíritu Santo.

A todos invito, a todos aguardo, y deseo que vengan.

No desprecio a ningún pecador; antes bien por un pecador que se arrepiente, me alegro también a impulsos de mi gran caridad con los angeles de Dios en el cielo, viendo que no se malogra la preciosa sangre que mi Hijo derramó en el mundo.

Acerquensé, pues, a mí, hijos de los hombres. Atiendan y consideren mis desvelos para llevarlos a Dios, mi Hijo Jesucristo.

Miren; yo tomaré sobre mí su enojo; aplacaré con mis reiteradas súplicas a Aquel a quien reconocen haber ofendido.

Miren; conviertansé y vengan; arrepientansé y les alcanzaré indulgencia.

He aquí que estoy entre cielo y tierra, entre Dios y el pecador, y con mis ruegos he de lograr que no perezca en este mundo.

Más no abusen de la misericordia de Dios y de mi clemencia, antes bien eviten cualquierofensa, no sea que al instante recaiga sobre ustedes su indignación e insostenible venganza.

Por adelantado advierto a mis hijos, y suplico a todos los que amo, que sean imitadores de mi Hijo y de su Madre.

Acuerdensé de mí, que yo de ustedes jamás podré olvidarme.

Yo soy, en verdad, la compasiva Madre de todos los miserables, la piadosísima abogada de todos los fieles.

Discípulo. ¡Oh benignísima palabra, rebosante de dulzura celestial!

¡Oh voz sublime, rocío del cielo, que destila suavidad, consuela a los pecadores y alegra a los justos!

¡Oh celeste flauta, cuán dulce resuenas en la conciencia desesperada!

¿Y de dónde a mí que me hable la Madre de mi Señor?

Bendita eres, Madre Santísima, y benditas las palabras de tu boca, porque leche y miel bañan tu lengua y el olor de tus elocuciones supera a todos los perfumes.

Mi alma se ha derretido cuando hablabas, oh María. Porque apenas sonó la voz de tu consolación en mis oídos, ha saltado de gozo mi alma.

Dentro de mí, en verdad, he sentido revivir mi espíritu, y todas mis entrañas han sido inundadas de nuevo gozo, puesto que por ti hoy me han sido anunciadas cosas tan buenas y halagüeñas.

Si estaba triste, ahora tu voz me ha colmado de alegría.

Me encontraba abatido y desolado, pero ahora he sido levantado y reconfortado. Extendiste desde lo alto tu mano y me tocaste, y me ví libre de mis dolencias.

Apenas si podía hablar, mas ahora incluso me siento con ganas de cantar y darte cumplidamente gracias.

Me daba tedio la vida, mas ahora ya ni temo a la muerte, desde que sé que te tengo por abogada en mi causa ante el Hijo; y a tu misericordia me encomiendo desde esta hora y para siempre en todo momento.

Desde que has hablado al corazón de este desconsolado huérfano, de repente me he sentido mejorado, e interiormente en gran manera rejuvenecido.


-.Tomás de Kempis.-