domingo, 14 de diciembre de 2008

S. Teresa de Jesús y Nuestra Señora del Carmen - Parte II


María, modelo y madre de la vida espiritual.

Santa Teresa ha expresado en algunas líneas doctrinales su experiencia y su contemplación del misterioso de la Virgen María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese comentado el "Ave María" como hizo con el Padre Nuestro en la primera redacción del Camino de Perfección.
Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).
Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino 31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo "en las entrañas de la Virgen" (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes principales que hay que imitar: "Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima" (Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor ante las maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a su voluntad (Ib.).
Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el camino de sus hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda la descripción que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas III 1,3).

Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en su comunión con Cristo en el "mucho padecer": "Siempre hemos visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos apóstoles" (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen, en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr. Moradas VI,7,11.13).

martes, 9 de diciembre de 2008

S. Teresa de Jesús y Nuestra Señora del Carmen - Parte I

Toda la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.

*Devoción mariana y experiencia mística mariana.

Desde la primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos más importantes de la niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6); es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre Doña Beatriz, a la edad de 13 años: "Afligida fuíme a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a sí" (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su conversión: "me ha tornado a sí". Otros textos de la autobiografía nos revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1). Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a él le pertenece.

En la experiencia mística teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa Madre ha tenido una experiencia mística de las primeras palabras del Cántico de María, el "Magnificat" (Relación 29,1; 61), que según el testimonio de María de San José con mucha frecuencia "repetía en voz baja y en lenguaje castellano"' (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador: "Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra medida" (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a la Virgen (Relación 35,1): "No pienses cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer" ( Cfr. también sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación Camino 31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8). Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en la alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la actitud de la Virgen: "Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su santísima anima y muriendo dura muerte". Ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos "a manera de como se pinta la quinta angustia" (Relación 58); ha experimentado en la Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma ( que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En esta misma ocasión le dice el Señor que: "En resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad ... y que había estado mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla" (Ib.). En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su intercesión constante la comunidad en oración, como le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación 25,13).

Cuando en una altísima experiencia mística de le da a conocer el misterio de la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable del Padre: "Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.) Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda convicción de la doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman parte de la experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del cap.; 8,6).


jueves, 4 de diciembre de 2008

El Escapulario carmelita


Los signos en la vida humana y cristiana

Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el rayo de luz, la llama de fuego, el agua que brota... En la vida de cada día existe también gestos que expresan y simbolizan valores más profundos: como el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en fila para una manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en pie (respeto).
Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a entender y vivir.
Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo eterno del amor del Padre. El estableció la Iglesia, ella misma como signo e instrumento de su amor. E incluso utilizó pan, vino, agua para remontarnos a realidades superiores que no vemos ni tocamos: constituyó signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es decir los Sacramentos.
En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan, imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.
Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos, ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona.
UNO DE ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.

Origen del Escapulario
En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Órdenes religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas mediante las Confraternidades.
Las Órdenes religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación y de participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba constituido por una parte significativa del hábito: capa, cordón, escapulario.
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana.
Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor de María por nosotros y como expresión de confianza filial por parte nuestra en Ella, cuya vida queremos imitar.
El "Escapulario" en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, con los verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Órdenes religiosas, como el Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como siervos de Cristo y de Maria.
El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María, Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo Mariano por excelencia.

El Escapulario, signo mariano.
El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden Carmelita, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.

La Virgen nos enseña
A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;
A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;
A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.

El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.
Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad íntima con Dios a través de la oración
Pone delante el ejemplo de los santos y santas del Carmelo con quienes se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.
Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.

En síntesis y en concreto el escapulario del Carmen
NO ES
Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
Ni una garantía automática de salvación
Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES
Un signo "fuerte" aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima.

Normas prácticas
* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u otro sacerdote autorizado.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se cambia.
* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos tres Ave Marías).

Imposición del escapulario: fórmula
Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, que te comprometes a imitare.
Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al servicio del prójimo y a la imitación de María.
Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda al plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.

domingo, 30 de noviembre de 2008

"Estelario" o Corona de 12 estrellas

Esta devoción parece surgió al final del siglo XV y más tarde estuvo su uso entre las cofradías de los esclavos de la Virgen. En Bélgica esta devoción a menudo estaba unida a la de la Virgen Bruna.

Algunos escritores de la Orden lo atribuyen a la iniciativa de Pedro el ermitaño, habitante del Carmelo; otros lo atribuyeron a S. Cirilo o a S. Bertoldo. Lezana dice que el beato Soreth la recomendó en Bélgica; todo ello necesita pruebas. Se está seguro, en cambio, del celo del P. Jerónimo Gracián en propagarla en Bélgica a principios del siglo XVII.

También fue conocida en Italia y recitaron el estelario cada día los novios de la provincia de S. María de la Vita (Nápoles) y muchos padres de esta reforma. El estelario consiste en la recitación de 3 padrenuestros y 12 avemarías en honor de los 12 privilegios o las principales virtudes de la Virgen.

domingo, 23 de noviembre de 2008

La vida interior

Nuestra Señora del Monte Carmelo es la Patrona de la vida interior, la Virgen que nos aparta de la muchedumbre y nos lleva dulcemente hacia esas cumbres donde el aire es más puro, el cielo más claro, Dios está más próximo... y en las que transcurre la vida de intimidad con Dios.


Según San Gregorio el Magno, la vida contemplativa y la vida eterna no son dos cosas diferentes, sino una sola realidad; una es la aurora, la otra el mediodía. La vida contemplativa es el principio de la dicha eterna, su saboreo anticipado. Que la Reina del cielo nos conceda, pues, la gracia de comprender el estrecho vínculo que une esas dos vidas para vivir aquí abajo como si estuviéramos ya en el cielo.


Un alma interior es un alma que ha encontrado a Dios en el fondo de su corazón y que vive siempre con Él.



Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida interior es como una eclosión de Dios en el alma.

Mantengámonos en el centro de nuestra alma, en ese punto preciso desde el que podemos vigilar todos sus movimientos, para detenerlos o dirigirlos, según los casos. Vivamos o de Dios o para Dios, pero repitámonos que no se obra del todo para Dios sino cuando ya no se hace absolutamente nada para uno mismo. Se obra entonces porque Dios lo quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, por estar siempre unidos en el fondo con Aquel de quien uno no es más que un dichoso instrumento.

Dos cosas hacen falta para llegar a la perfección y a la íntima unión con Dios: tiempo y paz.

Lo que da valor a los actos reflexivos del hombre es la unión a Dios por la caridad. Cuanto más profunda es esa intimidad, más valor de eternidad tienen sus frutos.

Un alma cuya mirada interior, afectuosa y humilde, está siempre fija en Dios, obtiene de Él cuanto quiere.

Entre un alma recogida, desligada de todo, y Dios, no hay nada. La unión se realiza por sí misma. Es inmediata.

El tiempo pasa; siempre se ama a Dios demasiado poco y muy tarde.

¡ Qué delicado eres en tus afectos, Dios mío! Tienes en cuenta lo que de legítimamente personal hay en nosotros, y tratas al alma que amas como si en el mundo no hubiera otra cosa que ella y Tú.

Creer es comulgar en la ciencia de Dios: Él ve; nosotros creemos en su palabra de testigo.

En la fe, Dios habla; por la esperanza, Dios ayuda; en la caridad, Dios se da, Dios colma.

Elevaos hacia Dios constantemente. Dejad en tierra a la tierra. Vivid poco con los demás ." menos todavía con vosotros mismos, pero lo más posible, si no en Dios, por lo menos cerca de Él.

Cuando en el fondo de vuestra alma oigáis, dos voces contradictorias, conviene que escuchéis generalmente a la que habla más bajo. En todo caso, ésa es la que pide más sacrificios. ¡Y tiene tanto valor el sufrimiento bien entendido! Desliga y aproxima a Dios.



martes, 18 de noviembre de 2008

La Virgen del Carmen, Estrella del Mar

El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo. Durante las Cruzadas, los ermitaños cristianos se recogieron en las grutas de aquel monte emblemático, hasta que en el siglo XIII, formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla en 1209, confirmada por el Papa Honorio III en 1226. El Monte Carmelo está situado en la llanura de Galilea, cerca de Nazaret, donde vivía María «conservándolo todo en su corazón». Por eso la Orden del Carmelo desde sus orígenes, se ha puesto bajo el patrocinio de. la Madre de los contemplativos. Es natural que en el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, convirtieran el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios. Hoy pide la liturgia al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».

Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: "Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano" (1Re 18,44), como un símbolo de la Sma Virgen. Como los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo. Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo. Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).


La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo, y el pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo".
En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
Año 1246. Inglaterra.


Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad.


En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa:


"Este debe ser un signo y privilegio para ti
y para todos los Carmelitas:
quien muera con el escapulario
no sufrirá el fuego eterno"


La Estrella del Mar nos conduce mar adentro en el seguimiento de Cristo.
Ella nos protege y ampara bajo su manto en medio de las tormentas.
Ella nos alcanza el escapulario, para que nos podamos asir de él cuando las olas de las dificultades de nuestra vida se vuelven tempestuosas.
María se adentró en el inmenso mar del misterio de la fe el día que con su SÍ al anuncio del ángel colaboró en abrirnos la estela del camino de la salvación.




domingo, 16 de noviembre de 2008

Consagración a Nuestra Señora del Carmen


Virgen del Carmen, llévanos sobre nuestro pecho tu santo Escapulario, signo de nuestra consagración a tu Corazón inmaculado. Madre querida, somos tus hijos: unos hijos de tu entera pertenencia.

Nuestra consagración. Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu persona, una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor y una solicita imitación de tus virtudes.

Queremos vivir, conforme al ideal carmelitano, en ti, por ti, contigo y para ti. Gracias a tu Escapulario, Virgen bendita, somos miembros de tu cuerpo místico del Carmelo y participamos de la consagración comunitaria de la Orden a ti, que eres su Cabeza.

Nuestra consagración se une, pues, a la de toda la familia carmelitana y acredita así su valor y eficiencia.

Santa María, Abogada y Mediadora de los hombres, no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos. Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo, nuestras familias y nuestra patria.

Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo: los pecadores, los presos, los desterrados, los enfermos, los hambrientos...

Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos del todo tuyos ahora en el tiempo. Que los sigamos siendo también un día en la Eternidad.
Amén.



sábado, 15 de noviembre de 2008

La que más altares tiene


Nuestra Señora del Carmen: La que más altares tiene

Unos años antes de morir, Mons. Oscar Arnulfo Romero presidió la fiesta del Carmen en una parroquia salvadoreña. Al día siguiente, declaraba: “¡Qué fiesta tan hermosa! Todos rodeando la imagen de la Virgen en la procesión, rezando y cantando. Era gente sencilla, muy alejada de esas preocupaciones políticas y revolucionarias que a tantos preocupan. Yo me decía: ¡Éste es el verdadero Pueblo de Dios!”

Y el Pueblo de Dios canta: “Es la Virgen del Carmelo/ la que más altares tiene;/ su sagrado escapulario/ no hay pecho que no lo lleve”.

Es cierto lo que canta la canción. Es la advocación del Carmen una de las devociones más populares de la Virgen. En cada capilla, en cada hogar católico hay alguna imagen o estampa de la Virgen del Carmen.

“Nuestra Señora del Carmen”, por Moretto da Brescia (c. 1498-1544).
La advocación del Carmen viene del Monte Carmelo. El Carmelo ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1Reyes 18,39). San Juan de la Cruz convertirá el Monte Carmelo en el signo del camino hacia Dios.

En 1Reyes 41-47 se nos habla del fin de la sequía. El cielo estaba cerrado hacía más de tres años: no llovía ni una gota. Fue entonces cuando Elías mandó a su criado para que se asomara a ver si veía signos de lluvia. Fue a la séptima vez que el criado dijo: “ Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar”. Y la lluvia fue abundante. En esta historia bíblica el pueblo cristiano ve a la Virgen. Los Carmelitas han difundido esta devoción de la Virgen del Carmen.

Los monjes que habitaban el Monte Carmelo se lanzaron por Europa a principios del siglo XIII. En medio de las persecuciones de que fueron objeto, San Simón Stock pidió la protección de María. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden, con la siguiente promesa: “Éste debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno”.

Desde entonces, el escapulario del Carmen, sustituido también con la medalla supletoria, se lleva en millones de pechos cristianos.

Ese escapulario bendito es signo de protección de la Virgen María para todos los que lo llevan y lo besan con amor.

Es signo de nuestra entrega al amor de la Virgen, a la que nos confiamos con amor de hijos.

Es signo de nuestra consagración al Corazón de nuestra Madre celestial. Es signo de la vida cristiana que queremos llevar para ser dignos hijos de la Virgen.

En 1950 el Papa Pío XII escribió “que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, de lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos”. Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a la Virgen y debe comportarse como ella, fiel discípulo de Jesús, a la escucha de la Palabra, atenta a Dios y a las necesidades humanas. El buen hijo de María, perseverará en el camino de Jesús hasta el final.

Quien lleva el escapulario ha de comportarse como hijo de María. El escapulario no es un amuleto, algo mágico. Kilian Lynch, antiguo General de la Orden, dice: “No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos… Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia”.

El primer escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote con esas palabras: “Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que, por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna”. En 1910, a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto, el Papa Pío X declaró que una persona que ha recibido el escapulario de tela puede llevar la medalla-escapulario en su lugar, si tiene razones legítimas para sustituirlo.

El escapulario es un signo de amor que ha de ser llevado con dignidad, como un fiel discípulo de Jesús e hijo de María, con el espíritu de esta famosa oración de san Bernardo: “Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia, y reclamando tu socorro, haya sido abandonado por ti. Animado con esa confianza, a ti acudo, Madre, la más excelsa de las vírgenes; a ti vengo, a ti me acerco, yo, pecador contrito. Madre del Verbo, no desprecies mis palabras, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Así sea”.

P. Eusebio Gomez OCD

jueves, 13 de noviembre de 2008

Oración a la Beatísima Virgen del Monte Carmelo


¡Oh piadosísima Virgen! Vos, que nueve siglos antes de existir fuisteis vista en profecía por el siervo de Dios nuestro Padre San Elías, y venerada por sus hijos allá en el Carmelo...
*
Vos, que en carne mortal os dignasteis visitarles y les dispensasteis celestiales consuelos... Vos, que vigiláis siempre por la virtuosa familia que tuvo por Superior a vuestro estimado hijo San Simón Stock, por Padres y reformadores a la Seráfica Virgen y mística Doctora Santa Teresa de Jesús y al esclarecido y extático San Juan de la Cruz, así como por una de sus dignísimas hijas a la ejemplar Esposa de Jesucristo Santa María Magdalena de Pazzis, vuestra devotísima sierva...
*
Vos, que engalanasteis a dicha Orden con la estimable prenda del Santo Escapulario.., y, en fin, Vos, que de tantas maneras habéis demostrado vuestro cariñoso amor a los carmelitas y sus allegados, recibid benévola mi corazón ardiente de fervoroso entusiasmo hacia la más pura de las criaturas y la más candorosa de las madres.
*
No permitáis, Señora, que el león rugiente asuste mi espíritu en el camino de la perfección, y haced que logre arribar a salvamento en la gloria, como lo habéis alcanzado de vuestro Divino Jesús para los que, invocándoos con fe e imitando vuestras virtudes, murieron píamente con vuestra enseña.
*
Amén.

martes, 11 de noviembre de 2008

Gozos



GOZOS


Prodigioso y admirable Imán de nuestro desvelo; Nubecilla del Carmelo, Sednos protectora y Madre.


Salve, Reina de los, cielos, De misericordia Madre,Vida y dulzura divina; Esperanza nuestra, Salve; Nubecilla etc.


Dios te Salve, Templo hermoso Del divino Verbo en carne, Sálvete Dios, Madre Virgen, Pues eres Virgen y Madre; Nubecilla etc.


Volvednos, Madre piadosa, Vuestros ojos admirables, Y mirad por vuestros hijos, Pues que sois piadosa Madre; Nubecilla etc.


Socorrednos, pues escucha Que en las penas y combates A ti suspiramos todos En este lloroso valle; Nubecilla etc.


Mostradnos a vuestro Hijo De Josafat en el Valle, Piadoso, pues que nació De ese cristal admirable; Nubecilla etc.


Rogad por vuestros devotos A la bondad inefable; Pues murió para salvarnos, Por su clemencia nos salve; Nubecilla del Carmelo, Sednos protectora y Madre.


V. Ruega por nos, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo

viernes, 7 de noviembre de 2008

Salutaciones a la Madre del Carmen


Salutaciones

1ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario. Dios te salve, María, etc.

2ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois salud de mi alma. Dios te salve, María, etc.

3ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los tronos, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me protegéis contra todos los peligros. Dios te salve, María, etc.

4ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis una y mil veces; las dominaciones, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me defendéis de las tentaciones del enemigo. Dios te salve, Maria, etc.

5ª. Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis; los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma. Dios te salve, María, etc.

6ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los arcángeles, los justos y los santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro. Dios te salve, María, etc.

7ª. Madre mía, madre de mi corazón y Reina de mi amor, os doy mi alma, mi vida, mi corazón, y quiero que os alaben las Virtudes y todas las criaturas, porque con vuestro Escapulario me habéis infundido la esperanza de que os veré en el cielo... No me dejéis, Madre mía. Dios te salve, María, etc.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

A la Virgen del Carmen


Quiero ser eremita del Carmelo,
contemplar en la nube tu presencia,
sentir el aleteo de la Esencia,
navegar con tu Estrella por el cielo,
llevar el manto, prueba de tu celo
en ofrecer al mundo tu asistencia,
el signo de mi entrega y dependencia,
tu obsequio generoso, tu consuelo.
Será tu escapulario la armadura
que me libere de mortales sellos
y me salve de error en noche oscura.
Espero que mi humana singladura,
guiada por la luz de tus destellos,
arribe al puerto azul de la ventura.
Autora: Emma-Margarita R. A.-Valdés

domingo, 2 de noviembre de 2008

La Estrella del Mar y los Carmelitas


Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.

Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.


sábado, 1 de noviembre de 2008

Vengan a mi cuantos me aman...

Vengan a mi cuantos me aman...

Ea, mi Señora, te lo suplico: dígnate ahora, aunque sea por un momento, hablarme, Santa María.

Abre tus labios en nombre de tu Hijo, que te bendijo con abundancia de gracias espirituales.

María. Yo soy la Madre de misericordia, llena de caridad y dulzura.

Yo soy la escalera de los pecadores, esperanza y venia de los reos.

Yo soy el consuelo de los acongojados, especial alegría de los santos.

Vengan a mí cuantos me aman, saciensé de la abundancia de mis consolaciones, porque soy piadosa y misericordiosa para con todos los que me invocan.

Vengan todos los justos y pecadores; porustedes rogaré al Padre; rogaré también al Hijo para alcanzarles de nuevo misericordia por mediación del Espíritu Santo.

A todos invito, a todos aguardo, y deseo que vengan.

No desprecio a ningún pecador; antes bien por un pecador que se arrepiente, me alegro también a impulsos de mi gran caridad con los angeles de Dios en el cielo, viendo que no se malogra la preciosa sangre que mi Hijo derramó en el mundo.

Acerquensé, pues, a mí, hijos de los hombres. Atiendan y consideren mis desvelos para llevarlos a Dios, mi Hijo Jesucristo.

Miren; yo tomaré sobre mí su enojo; aplacaré con mis reiteradas súplicas a Aquel a quien reconocen haber ofendido.

Miren; conviertansé y vengan; arrepientansé y les alcanzaré indulgencia.

He aquí que estoy entre cielo y tierra, entre Dios y el pecador, y con mis ruegos he de lograr que no perezca en este mundo.

Más no abusen de la misericordia de Dios y de mi clemencia, antes bien eviten cualquierofensa, no sea que al instante recaiga sobre ustedes su indignación e insostenible venganza.

Por adelantado advierto a mis hijos, y suplico a todos los que amo, que sean imitadores de mi Hijo y de su Madre.

Acuerdensé de mí, que yo de ustedes jamás podré olvidarme.

Yo soy, en verdad, la compasiva Madre de todos los miserables, la piadosísima abogada de todos los fieles.

Discípulo. ¡Oh benignísima palabra, rebosante de dulzura celestial!

¡Oh voz sublime, rocío del cielo, que destila suavidad, consuela a los pecadores y alegra a los justos!

¡Oh celeste flauta, cuán dulce resuenas en la conciencia desesperada!

¿Y de dónde a mí que me hable la Madre de mi Señor?

Bendita eres, Madre Santísima, y benditas las palabras de tu boca, porque leche y miel bañan tu lengua y el olor de tus elocuciones supera a todos los perfumes.

Mi alma se ha derretido cuando hablabas, oh María. Porque apenas sonó la voz de tu consolación en mis oídos, ha saltado de gozo mi alma.

Dentro de mí, en verdad, he sentido revivir mi espíritu, y todas mis entrañas han sido inundadas de nuevo gozo, puesto que por ti hoy me han sido anunciadas cosas tan buenas y halagüeñas.

Si estaba triste, ahora tu voz me ha colmado de alegría.

Me encontraba abatido y desolado, pero ahora he sido levantado y reconfortado. Extendiste desde lo alto tu mano y me tocaste, y me ví libre de mis dolencias.

Apenas si podía hablar, mas ahora incluso me siento con ganas de cantar y darte cumplidamente gracias.

Me daba tedio la vida, mas ahora ya ni temo a la muerte, desde que sé que te tengo por abogada en mi causa ante el Hijo; y a tu misericordia me encomiendo desde esta hora y para siempre en todo momento.

Desde que has hablado al corazón de este desconsolado huérfano, de repente me he sentido mejorado, e interiormente en gran manera rejuvenecido.


-.Tomás de Kempis.-

viernes, 31 de octubre de 2008

El Carmelo es totalmente mariano

Una de las notas características de la espiritualidad del Carmelo es la presencia de la Virgen María en nuestra vida, la comunión con su persona, la imitación de sus virtudes, el culto de especial veneración. El Carmelo, según una expresión medieval, es "todo de María". No se trata pues de una nota marginal del carisma, sino de una de las expresiones más íntimas y más queridas de nuestra tradición.

En el título de la Orden con su explícita alusión a la Virgen se encuentra el sentido pleno de nuestra identidad en la Iglesia como Orden vinculada a María. "El Carmelo es totalmente mariano" (León XIII), como reconoce la Iglesia.

La presencia de la Virgen en nuestras comunidades acrecienta el sentido de "familia", por la constante y común referencia a la Virgen como presencia materna en medio de sus hijos e hijas; la dedicación a su amor y a su culto, como especial consagración, determina la intensidad del culto mariano, dentro de la más pura tradición litúrgica y espiritual de la Iglesia, renovada actualmente por las orientaciones del Concilio Vaticano II.

La consagración religiosa y la vida cristiana vivida en el Carmelo tienen como meta, según la espiritualidad de la Orden, la perfección de la caridad, del amor de Dios y del prójimo;
La ascención hacia la santidad que caracteriza nuestra vida, tiene en la Virgen María no sólo el modelo mas alto sino también la compañía mas eficáz.

Nuestra vida consagrada al servicio de Cristo y de la Iglesia tiene en el amor de la Virgen su ejemplo mas aleccionador; además, la doctrina y la experiencia espiritual de nuestros Santos, indican que María es la Madre que acompaña nuestro camino de vida espiritual para que lleguemos, de su mano, "hasta la cima el Monte de la perfección que es Cristo".