
Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: "Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano" (1Re 18,44), como un símbolo de la Sma Virgen. Como los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo. Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo. Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).
La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo, y el pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo".
En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
Año 1246. Inglaterra.
Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad.
En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti
y para todos los Carmelitas:
quien muera con el escapulario
no sufrirá el fuego eterno"
La Estrella del Mar nos conduce mar adentro en el seguimiento de Cristo.
Ella nos protege y ampara bajo su manto en medio de las tormentas.
Ella nos alcanza el escapulario, para que nos podamos asir de él cuando las olas de las dificultades de nuestra vida se vuelven tempestuosas.
María se adentró en el inmenso mar del misterio de la fe el día que con su SÍ al anuncio del ángel colaboró en abrirnos la estela del camino de la salvación.
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